Desde el gobierno del General Tacón (1834 -1838) quedaba manifiesto el interés de incluir hoteles y casas de huéspedes en el Plan de Obras Públicas de La Habana. Por tanto, ya se pensaba en una ciudad capaz de acoger al turismo extranjero, máxime, si en La Habana finisecular del XIX aumentan los viajeros e inversionistas foráneos que estudiaban nuestra capital como terreno fértil para sus negocios, fundamentalmente norteamericanos.
La asiduidad de estos, incidió en los cambios y modernizaciones de los antiguos hoteles. Así, fue sustituyéndose la hogareña ambientación española por los nuevos diseños norteamericanos que arriban con fuerza al país entrado ya el siglo XX.
El antiguo barrio de Las Murallas continuaría siendo objeto de nuevas intervenciones y de la febril “modernización” arquitectónica que irrumpía en la zona colonial, destacándose la red hotelera que se pretendía ubicar en sus límites. Estos, con los nuevos usos de su suelo, fueron aumentando su valor, especialmente luego de la edificación del Capitolio (1929).
En este marco fue instalado el hotel Saratoga” hacia 1933, dejando atrás su anterior emplazamiento en la calle Monte, frente al antiguo Campo de Marte y sede posterior hasta nuestros días del hotel “Isla de Cuba” El “nuevo” edificio de la calle Prado, como bien apunta el historiador Carlos Venegas, fue concebido para viviendas, almacenes y casa de huéspedes. El comerciante español Gregorio Palacios lo había mandado a construir para estos fines entre 1879 y 1880
“Don Gregorio Palacios, natural de Santander era uno de los propietarios urbanos más ricos de La Habana y uno de los mayores contribuyentes al erario. Este especulador de viviendas, dueño también de ciudadelas, al igual que la marquesa de Villalba estableció en 1879 un contrato de $ 98 000. 00 oro para levantar el edificio. Como se observa aún, tiene tres plantas; la baja era un almacén de tabaco, tienda y zaguanes de entrada a las cuatro casa que ocupaban el piso principal o segunda planta. Lo tercera se destinaba a hotel o casa de huéspedes, con 43 habitaciones y un salón comedor.”
En 1935 ya las guías turísticas lo registraban corno uno de los hoteles más importantes de La. Habana, con el confort y recreo de moda, particularmente destacado por las funciones de su terraza donde cada día asistía lo más selecto de nuestros músicos cubanos para ejecutar los ritmos nacionales, en particular el son.
Bandas y Orquestas en general, atraían gran cantidad de público que se agolpaba en los alrededores del hotel para participar de una forma u otra del bello espectáculo. En este recodo se iniciaron las Anacoanas, primera orquesta cubana enteramente femenina, la cual ocupó a partir de entonces un puesto reservado en los populares Aires Libres del hotel “Saratoga” Estos ocupaban los portales y acera que hacían frente al paseo del Prado y hasta la propia esquina de Dragones.
El espacio, además de acoger la vegetación del sitio a su diseño, incorporaba la proverbial marquesina protectora de la luz e identificadora de su función a escala urbana. Esta pendía de cadenas que se sujetaban a su vez de sendas cabezas de leones. Aquí, se combinaba el servicio gastronómico, con una acertada distribución del mobiliario y la animación musical del lugar.
Se convertía de ese modo, en una verdadera fuente de atracción para huéspedes y transeúntes, frecuentado por lo más disímil de la sociedad habanera en aquellos tiempos Por testimonios de la misma se conoce que un visitante habitual lo fue el Ministro de Gobernación durante el Gobierno de los Cien Días, Antonio Guiteras. Otros senadores acudían con frecuencia a la tienda de accesorios masculinos, ubicada en la planta baja del hotel, así como e! resto de políticos, cuyas oficinas estaban instaladas en el Capitolio.
Desde su concepción original se caracterizó por su distribución y uso múltiples, lo que no impedía la funcionalidad y circulación efectivas. Incluso, ello nos remite a la ordenación espacial de la casa colonial cubana, donde la planta baja era destinada a almacén, locales comerciales y hasta accesorios para arrendar; la planta intermedia la ocupaban ministerios de servicio y otros, y la última eran las habitaciones propiamente dichas, de mayor jerarquía, todo ello sin que se alterara la uniformidad de su fachada. Al respecto, el historiador antes mencionado revela:
“Toda esta heterogénea disposición, que iba desde el almacén al hotel Incluyendo de paso la casa de apartamentos, se unificaba exteriormente con una valiosa y extensa fachada monumental que en lugar de chaflán, valorizaba la esquina con un ángulo circular rematado por una cresta, las arcadas inferiores eran de orden dórico, y la de los pisos superiores, jónico y corintio, enlazados por molduras, y con un marcado acento académico. Las rejas fueron fundidas por el artesano inglés Guillermo Gardner; residente en La Habana. El recubrimiento exterior no era de mortero común, sino que incluía cemento Portland”.
El edificio aún conserva en su fachada dichas características a pesar del alto grado de deterioro; no sucediendo igual en el interior, puesto que sus rasgos originales se han perdido por las indiscriminadas intervenciones, la falta de mantenimiento en los últimos años y el uso inadecuado de su suelo.
Mantiene elementos tipológicos de valor como rejas, carpintería francesa, lucetas, celosías de madera, escalera de mármol, junto a columnas y pilastras que conforman su evidente expresión. Aquellos, perfectamente rescatables, aluden a la buena factura de su ejecución y al aprovechamiento ideal de la estratégica esquina, incluido el ya desmedrado remate que portaba el nombre del hotel. –
Aunque no hayamos podido comprobar el origen de su patronímico, es posible que este estuviera relacionado con el poblado y balneario de los Estados Unidos correspondiente al condado de Saratoga, en New York. Las aguas termales de este lugar están indicadas en diferentes padecimientos.
Aún hoy es uno de los puntos más concurridos en todo el país, seleccionado para el veraneo de los turistas y el saneamiento de dichas enfermedades, Muy cerca de esta localidad hubo importantes batallas en la guerra de independencia norteamericana. Tal vez la relación de sus propietarios con el hecho hubiese podido influir en la selección.
El inmueble mantuvo su vitalidad hasta la década del ‘60 en que fue intervenido por el gobierno revolucionario. A partir de entonces, se convirtió en un edificio de vecindad con múltiples subdivisiones hasta quedar desocupado por su estado deplorable.
La restauración de su fisonomía y la compatibilidad de sus funciones, darán al otrora y célebre Hotel “Saratoga” la distinción que merece.
Lic. Yamira Rodríguez Marcano
Dirección de Arquitectura Patrimonial
Oficina del Historiador
* Las citas corresponden a Carlos Venegas Forneas en La urbanización de las murallas: dependencia y modernidad La Habana, 1990
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